D. DE MOVIMIENTOS LAICALES

Los laicos en los movimientos de la Iglesia han sido a lo largo de la historia como esos
impulsos del Espíritu Santo que han llevado a renovar y transformar a la misma Iglesia, volviendo a la
identidad más profunda de ésta: ser misionera, es decir, ser anunciadora de un mensaje de salvación.

Con gratitud a Dios en estos diez años de historia de salvación caminada en nuestra querida
diócesis, podemos constatar la riqueza y aporte de los movimientos a la misión
evangelizadora de la Iglesia.

Al mirar retrospectivamente al Concilio Vaticano II y al analizar sus consecuencias para la vida de la
Iglesia, inmediatamente nos damos cuenta de que la doctrina sobre los laicos aparece como uno de los
elementos más relevantes de la herencia conciliar:

«Común es la dignidad de los miembros (de la Iglesia) por el hecho de su regeneración en Cristo;
común es la gracia de adopción filial; común es la vocación a la perfección; ya que no hay más que
una salvación, una esperanza y una caridad, sin división» (LG,32).

El laico encuentra su raíz y su significación en su ser más profundo, en la dignidad común,
conferida por el Bautismo y la Confirmación, haciendo de los laicos, por su parte, responsables de la misión
de la Iglesia, en relación con el ministerio ordenado.