D. DE VIDA CONSAGRADA

“La vida consagrada, enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el Señor,
es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu”.

La vida consagrada es signo de comunión en la Iglesia.
Durante su vida terrena, Jesús llamó a quienes quiso, para tenerlos junto a sí y para enseñarles a vivir
según su ejemplo, para el Padre y para la misión que el Padre le había encomendado (Mc. 3,13-15). Inauguraba de este modo una nueva familia de la cual habrían de formar parte a través de los siglos todos aquellos que estuvieran dispuestos a cumplir la voluntad de Dios (Mc. 3, 32-35). Después de la Ascensión, gracias al don del Espíritu Santo, se constituyó en torno a los apóstoles una comunidad fraterna, unida en alabanza a Dios y en una concreta experiencia de comunión (Hch. 2, 42-47; 4, 32-35). La vida de esta comunidad y, sobre todo, la experiencia de la plena participación en el misterio de Cristo y vivida por los doce, han sido modelo en el que la Iglesia se ha inspirado siempre que ha querido revivir el fervor de los orígenes y reanudar el camino en la historia con un renovado vigor Evangélico.