D. FAMILIA

La familia está en el corazón de nuestras comunidades, siendo un valor preciado de nuestra cultura, la
Iglesia, Madre y Maestra, busca hacer de ella eje transversal de la acción evangelizadora (DA 435), quiere
acompañarlas en el camino hacia la Vida plena y la comunión misionera, reforzando en ella su valor social a
través de la promoción de su ser y misión social y eclesial como discípula misionera para la vida plena.

«Entre los numerosos caminos, la familia es el primero y el más importante. Es un camino común, aunque
particular, único e irrepetible, como irrepetible es todo hombre; un camino del cual no puede alejarse el
ser humano. En efecto, él viene al mundo en el seno de una familia, por lo cual puede decirse que debe a
ella el hecho mismo de existir como hombre. Cuando falta la familia, se crea en la persona que viene al
mundo una carencia preocupante y dolorosa que pesará posteriormente durante toda la vida. La Iglesia,
con afectuosa solicitud, está junto a quienes viven semejantes situaciones, porque conoce bien el papel
fundamental que la familia está llamada a desempeñar. Sabe, además, que normalmente el hombre sale de
la familia para realizar, a su vez, la propia vocación de vida en un nuevo núcleo familiar.» (Carta Gratisimam Sane del Sumo Pontífice Juan Pablo II a las familias, 1994.)

En la actualidad acudimos a un escenario de cambio, el cual está generando nuevos conceptos,
comprensiones, posturas y actuaciones frente a la familia como célula originaria de una sociedad. Estas nuevas formas de abordaje relativizan el papel vital de la familia en las dinámicas de socialización de niños y jóvenes, promueven la configuración de diversas «tipologías familiares» en nombre de la emancipación y los discursos de igualdad de género, profundizando así la lógica imperante del individualismo, que tanto afecta a nuestro organismo social en éste tiempo concreto.

«Matrimonio y familia no son una construcción sociológica casual, fruto de situaciones particulares
históricas y económicas. Por el contrario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde
sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de
ésta.» (Discurso del Papa Benedicto XVI al iniciar el Congreso Eclesial de la Diócesis de Roma sobre «Familia y comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe» Martes 7 de junio de 2005)

La familia ha sido y es espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en el
que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. Como pequeña «iglesia doméstica» (Cf. DA n° 18), ofrece a sus miembros un sentido cristiano de existencia y los acompaña en la elaboración de su
proyecto de vida.

A su vez, como «célula primera y vital de la sociedad» y por su naturaleza y vocación, la familia se
constituye en fundamento y alimento continuo de la sociedad por su función al servicio a la vida y su incidencia social (Cf. FC n° 42). Cuando su estilo de vida se inspira en la fe, el amor y la esperanza, las familias desarrollan una intensa labor de irradiación del Evangelio.

La familia cristiana está fundada en el sacramento del matrimonio entre un varón y una mujer, signo del
amor de Dios por la humanidad y entrega de Cristo por su esposa, la Iglesia (Cf, DA n° 433). El matrimonio es santo a causa de su origen y la ley santa del Creador que lo ha fundado, dándole sus propias reglas, y
confiriéndole la forma de una alianza personal entre el hombre y la mujer. Esta alianza ha sido elevada por
Cristo a la dignidad sacramental. “La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27) y se cierra con la visión de las “bodas del Cordero” (Ap
19,7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su “misterio», de su institución y del
sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la
salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación “en el Señor” (1 Co 7,39), todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,31-32).” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.1602).

«El secreto de la verdadera paz, de la mutua y permanente concordia, de la docilidad de los hijos, del
florecimiento de las buenas costumbres está en la constante y generosa imitación de la amabilidad,
modestia y mansedumbre de la familia de Nazaret, en la que Jesús, Sabiduría eterna del Padre, se nos
ofrece junto con María, su madre purísima, y San José, que representa al Padre celestial.» (Discurso del Papa Juan XXIII EN LA Festividad de la Sagrada Familia.Domingo 10 de enero de 1960)

La Familiar, en la pastoral de conjunto, «debe ser una prioridad básica, sentida, real y operante. Básica,
como frontera de la Nueva Evangelización. Sentida, esto es, acogida y asumida por toda la comunidad
diocesana. Real, porque está respaldada concreta y decididamente con el acompañamiento del obispo diocesano y sus párrocos. Operante, significa que debe estar inserta en una pastoral orgánica» (DSD n° 64). Aparecida, por su parte, nos invita a asumirla como uno de los ejes transversales de toda la acción evangelizadora de la Iglesia (Cf. DA n° 435), de este modo, la familia asumirá su ser y misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia (Cf. DA n° 432). Estos fundamentos se convierten en fuerzas dinamizadoras que llaman a contribuir para que la familia viva su vocación discipular misionera, como agente social e interlocutora en la evangelización.