Parroquias

 

A. En el Código de Derecho Canónico

El nuevo Código de Derecho Canónico (CIC/83) refleja con claridad la eclesiología conciliar. (Son varios los documentos conciliares que señalan los elementos fundamentales que forman parte del concepto estático (qué es), y otros, al concepto dinámico (qué hace) la parroquia). Siguiendo los principios eclesiológicos del Vaticano II, el Código describe a la parroquia, como: «Una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio». (can. 515 § 1)

El Código considera a la parroquia, communitas christifidelium, es decir, como una determinada comunidad de bautizados, presidida ministerialmente por el párroco (cann. 204 y 529 §2). Bajo estos términos, la parroquia ha sido descrita desde aquello que la ha constituido como un instrumento privilegiado de evangelización, que ha sido dotada de todos los medios adecuados para que en la construcción de lo que es, una comunidad de fieles, pueda manifestar aquello para lo que fue instituida: una comunidad que, reunida en la Palabra de Dios, se hace una comunidad evangelizadora.

 

B. En algunos documentos del magisterio

En el mismo tenor del tema que nos ocupa, algunos de los documentos del magisterio que a continuación mencionaremos señalan que la parroquia, considerada una protagonista necesaria de la Nueva Evangelización, necesita de una conversión pastoral. Necesita descubrir su nuevo rostro. Necesita cambiar su modo de comprenderse y estructurarse, necesita renovarse desde su naturaleza misionera y evangelizadora, necesita organizarse desde su dimensión comunitaria y eminentemente apostólica. Desde esta perspectiva creo que podemos afirmar que la renovación eclesiológica que impulsó el Concilio Vaticano II, no solo tuvo impacto en la manera de comprender la Iglesia universal, sino también, en la comprensión de la parroquia, como núcleo fundamental de la misión de la Iglesia de Cristo.

  1. La Exhortación Apostólica Christifideles laici afirma que, la parroquia es la última localización de la Iglesia; es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas. Para lo cual es indispensable una conversión de la parroquia hacia la misión. La Exhortación propone, en esta línea, a las autoridades diocesanas, una decidida renovación parroquial.
  2. Diez años más tarde, San Juan Pablo II, por medio de la Exhortación Apostólica Ecclesia in America, reivindica la importancia eclesial de la parroquia. El Papa intuye que la parroquia cumple un rol insustituible en la promoción eclesial de la fe, cuando afirma que ella es «un lugar privilegiado en el que los fieles pueden tener una experiencia concreta de la Iglesia» (EA 41). Entonces, la parroquia, si quiere estar a la altura de lo que ella es, ha de estar prioritariamente al servicio de los fieles para el encuentro con Jesucristo vivo, de la conversión personal y comunitaria, de la comunión eclesial, de la solidaridad y de la misión, y de las prioridades evangelizadoras de la Iglesia.

 

La parroquia desde el Documento de Aparecida

El acontecimiento de Aparecida ha sido y seguirá siendo un verdadero Pentecostés para nuestras Iglesias particulares y muy especialmente para nuestra comunidades parroquiales. Respecto de la Parroquia dice: Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. (DA 170)

A continuación expondré algunas notas esenciales de la Parroquia que queremos, la parroquia que, creemos puede responder a las exigencias del mundo actual y puede manifestarse verdaderamente como una Iglesia en misión permanente. No son, ciertamente notas nuevas, pero que si conviene fortalecer en la conciencia y en el corazón de todos los miembros de nuestra Iglesia particular de Irapuato.

A. La parroquia Comunidad de Comunidades

Que todos sean uno como nosotros somos Uno (Jn 17,21)

Nuestras parroquias han de reflejar de forma nítida la comunión de los hermanos y la comunión de las comunidades. En ellas la celebración y vivencia de los sacramentos especialmente la Eucaristía dominical ha de ser la expresión más alta de comunión. La Parroquia, pues hermanos, ha de ser una verdadera comunidad de comunidades que celebran en fraternidad los misterios de Dios en los sacramentos. La dimensión comunitaria es intrínseca al misterio y a la realidad de la Iglesia que debe reflejar la intimidad de la Santísima Trinidad. A lo largo de los siglos, de diversas maneras, se ha vivido esta dimensión esencial, la Iglesia es comunión.

El Documento de Aparecida afirma que las Parroquias son células vivas de la Iglesia y lugares privilegiados en los que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y de su Iglesia. Encierran una inagotable riqueza comunitaria porque en ellas se encuentra una inmensa variedad de situaciones, de edades, de tareas. Sobre todo hoy, cuando la crisis de la vida familiar afecta a tantos niños y jóvenes, las Parroquias brindan un espacio comunitario para formarse en la fe y crecer comunitariamente. (DA 304) Nos anima a ser conscientes de que una Parroquia que quiera responder a las circunstancias actuales debe reformular sus estructuras, para que sea en verdad una red de comunidades y grupos capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo viviendo en comunión (cfr. DA 172) Les pido que nuestras Parroquias sean espacios abiertos para todas las personas; abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, sean integradoras de los movimientos de apostolado ya existentes, así como de las nuevas experiencias comunitarias que el propio proceso pastoral va animando y creando; sean organizadas de modo comunitario y responsable.

Siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (cfr. Hch 2, 46-47), la comunidad parroquial se reúne para partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía y perseverar en la catequesis, en la vida sacramental y la práctica de la caridad. En la celebración Eucarística renueva su vida en Cristo. La Eucaristía, en la cual se fortalece la comunidad de los discípulos, es para la Parroquia una escuela de vida cristiana. (DA 175) La Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana, hace que nuestras parroquias sean siempre comunidades eucarísticas que viven sacramentalmente el encuentro con Cristo Salvador. Ellas también celebran con alegría los demás sacramentos a través de los cuales se reafirma la vivencia auténtica de la vida comunitaria en cada circunstancia de la existencia de sus miembros, desde su nacimiento hasta su muerte.

Quiero traer a mi mente y a mi corazón las palabras de nuestro querido Papa San Juan Pablo II en su Carta Apostólica Dies Domini para exhortarlos y animarlos, como él lo hace, a no olvidar que el Domingo, Día del Señor, es también, día de la Comunidad Eclesial. Nos anima a que la dimensión comunitaria de la celebración dominical sea particularmente destacada a nivel pastoral y afirma: Entre las numerosas actividades que desarrolla una parroquia “ninguna es tan vital o formativa para la comunidad como la celebración dominical del día del Señor y de su Eucaristía”. Y nos recuerda cómo el Concilio Vaticano II nos ha ha insistido en la necesidad de “trabajar para que florezca el sentido de comunidad parroquial, sobre todo en la celebración común de la misa dominical”. (Cfr. DD 35)

Continúa diciendo el Papa: La asamblea dominical es un lugar privilegiado de unidad. En ella se celebra el sacramentum unitatis que caracteriza profundamente a la Iglesia, pueblo reunido “por” y “en” la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En dicha asamblea las familias cristianas viven una de las manifestaciones más cualificadas de su identidad y de su “ministerio” de “iglesias domésticas”, cuando los padres participan con sus hijos en la única mesa de la Palabra y del Pan de vida. (Cfr. DD 36) Les animo, también, a que en las Misas dominicales de la parroquia, como “Comunidad Eucarística” procuren encontrarse los grupos, movimientos, asociaciones, los diversos ministerios y las pequeñas comunidades religiosas presentes en ella. Esto nos permite experimentar lo que es más profundamente común para todos nosotros, más allá de la diversidad de carismas y ministerios que cada uno cumple en la comunidad.

En nuestras parroquias debemos cultivar la formación comunitaria, que todos los hermanos y hermanas experimenten vivamente la parroquia como una familia en la fe y la caridad, en la que mutuamente se acompañan y ayudan en el seguimiento de Cristo. Por otra parte si queremos que las parroquias sean en verdad “comunidad de comunidades” hemos de favorecer procesos para la formación de pequeñas comunidades vivas y dinámicas con una espiritualidad sólida basada en la palabra de Dios, siempre en plena comunión de vida e ideales con la comunidad parroquial. Ellas nacen del proceso de Evangelización y al mismo tiempo lo fortalecen, pues a través de ellas se puede llegar a los alejados, a los indiferentes y a muchos más hermanos y hermanas. (Cfr DA 305-309)

B. La parroquia, lugar de iniciación Cristiana

Seguidores de Cristo Profeta, Sacerdote y Rey

Es muy importante reconocer que en nuestras comunidades parroquiales es creciente el número de los creyentes que no participan en la Eucaristía dominical, ni reciben con regularidad los sacramentos, ni se insertan activamente en la comunidad eclesial, es innegable que un alto porcentaje de católicos viven sin una clara conciencia de su misión de ser sal y fermento en el mundo, con una identidad cristiana débil y vulnerable. No podemos dejar de ver esta realidad como un gran desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos proponiendo los procesos de iniciación a la vida cristiana en nuestras comunidades y reconocer que en algunas de nuestra parroquias estos procesos han sido muy pobres, fragmentados o incluso no se han dado.

Se impone un gran desafío a nuestras comunidades parroquiales: o educamos en la fe, poniendo realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento, o no cumpliremos nuestra misión evangelizadora. Se impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana que, además de marcar el qué, dé también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza. (Cfr. DA 286- 287).

Quiero animarles a asumir con valentía y decisión este elemento esencial de la identidad de una parroquia verdaderamente renovada…La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure un auténtico proceso de iniciación cristiana” para todos nuestros fieles. Es importante que cada párroco, en comunión con todo el equipo parroquial: sacerdotes, religiosas y laicos asuman como tareas irrenunciables y de alta prioridad: iniciar en la vida cristiana a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo escuchado el kerygma, quieren abrazar la fe. (Cfr. DA 293)

Queda claro pues que en la parroquia la iniciación cristiana no se reduce a la preparación y recepción de los sacramentos de bautismo, confirmación y Eucaristía. La iniciación cristiana, que ha de tener como punto de partida el kerygma, es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo e iniciar en el discipulado a todos los fieles. Nos da, también, la oportunidad de fortalecer la unidad de los tres sacramentos de la iniciación y profundizar en su rico sentido. La iniciación cristiana, propiamente hablando, se refiere a la primera iniciación en los misterios de la fe, sea en la forma de catecumenado bautismal para los no bautizados, sea en la forma de catecumenado postbautismal para los bautizados no suficientemente catequizados. (Cfr. DA 288)

Siendo este el tema de la próxima Asamblea Diocesana de Pastoral solo quiero apuntar que Asumir los procesos de la iniciación cristiana es esencial para nuestras parroquias. Nos exigirá ciertamente renovarnos interiormente todos, particularmente los pastores; nos exigirá un cambio en la manera de cómo hacemos la pastoral, un paso de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente misionera, nos exigirá considerar la iniciación cristiana como un proceso integral unitario y progresivo, nos exigirá una fuerte conversión de todos los agentes de pastoral, nuevas actitudes por parte de todos, empezando por mí y mis hermanos presbíteros, pero que debe incluirnos a todos los que de una u otra manera estamos involucrados en el caminar de nuestras comunidades parroquiales, hemos de dejar atrás mentalidades, actitudes y conductas que no favorecen el crecimiento en la fe.

C. La Parroquia, espacio de Formación permanente

“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6)

En este aspecto de la formación quiero expresarles mi más profunda convicción sobre la necesidad y urgencia de tomar muy en serio en cada parroquia, en los decanatos y en toda la diócesis la formación permanente de nuestros fieles laicos. Considero que una parroquia que no tenga una propuesta clara, orgánica, gradual y sistemática para la formación de los fieles como discípulos y misioneros de Jesucristo no podríamos decir que ha tomado en serio la misión esencial de la Iglesia que es evangelizar.

Si queremos que nuestras Parroquias sean centros de irradiación misionera en sus propios territorios, deben ser también lugares de formación permanente. Esto requiere que se organicen en ellas variadas instancias formativas que aseguren el acompañamiento y la maduración de todos los agentes pastorales y de los laicos insertos en el mundo. (DA 306)

Es necesario que crezca en nosotros la conciencia de que la vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en nuestra Iglesia de Irapuato, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades. Miremos a Jesús, el Maestro que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos. Él mismo nos da el método: “Vengan y vean” (Jn 1, 39), es necesario que desde Cristo desarrollemos las potencialidades que están en las personas y formemos discípulos misioneros. Con paciencia y sabiduría, Jesús invitó a todos a seguirlo, los introdujo en el misterio del Reino de Dios, y, después de su muerte y resurrección, los envió a predicar la Buena Nueva con la fuerza de su Espíritu. Su estilo ha de ser nuestro ejemplo, especialmente cuando pensamos en la paciente tarea formativa que, como Iglesia debemos emprender, en el nuevo contexto sociocultural que nos toca vivir. (Cfr. DA 276)

En el proceso de formación de discípulos misioneros, no olvidemos los cinco aspectos fundamentales que nos propone Aparecida: Encuentro, conversión, discipulado, comunión y misión (DA 278) Y, tengamos en cuenta que la formación que ofrezcamos ha de ser: integral, kerygmática y permanente; ha de estar atenta a las diversas dimensiones del ser humano; ha de ser respetuosa de los procesos y ha de contempla el acompañamiento de los discípulos misioneros.

Finalmente tengamos muy presente que la formación de los laicos y laicas debe contribuir, ante todo, a su vivir y acturar como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de la transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan tener una incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo en el mundo vasto de la política, de la realidad social y de la economía, como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de los medios y de otras realidades abiertas a la evangelización (Cfr.DA 283)

D. La Parroquia, espacio de protagonismo laical

“El Reino de Dios está cerca” (Mt 4,17)

Quiero hacer un sincero reconocimiento y valoración de la persona, vocación y ministerio de todos los fieles laicos de nuestra amada diócesis de Irapuato. Les recuerdo que ustedes están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: Sacerdote, Profeta y Rey. No olviden que son “hombres y mujeres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia” (Cfr. DA 209 ) Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y a la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio.

Aunque el ámbito propio de su actividad evangelizadora son las realidades temporales del mundo como: la política, las realidades sociales, la economía, la cultura, las ciencias y las artes, los medios de comunicación y muchas otras realidades abiertas al mensaje del Evangelio como el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional, etc. sobre todo en aquellos lugares y contextos donde la Iglesia se hace presente solamente a través de ustedes. (Cfr. DA 174)

Sin embargo, como laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida pues tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta. Y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica, el servicio de la caridad y otras formas de apostolado, según las necesidades de cada Parroquia.

En comunión con sus pastores deberán abrir espacios de participación y asumir ministerios y responsabilidades en una Iglesia donde todos vivan de manera responsable su compromiso cristiano. A todos aquellos que ya participan en diferentes ámbitos de la Pastoral y cumplen una magnífica labor dentro de la Iglesia, les reconocemos y animamos a continuar el compromiso que adquirieron en su bautismo y confirmación.

Unido al pensar de mis hermanos en el Episcopado convoco a todos mis hermanos sacerdotes, de manera particular a los párrocos con las palabras de Aparecida: Los mejores esfuerzos de las parroquias, en este inicio del tercer milenio, deben centrarse en la convocatoria y en la formación de laicos auténticos discípulos y misioneros del Señor Jesús. (Cfr. DA 174) Si en verdad nuestra Iglesia diocesana a través de las parroquias quiere ponerse en estado permanente de misión, nos decía San Juan Pablo II, la evangelización del Continente, no puede realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos. Ellos han de ser parte activa y creativa en el discernimiento, la toma de decisiones, la planificación, la elaboración y ejecución los proyectos pastorales a favor de la comunidad. (Cfr. DA 371)

Hermanos sacerdotes Esto exige, también, de parte de nosotros pastores, una mayor apertura de mentalidad para entender y acoger el “ser” y el “hacer” de los laicos en la Iglesia, ellos, por su bautismo y su confirmación, son discípulos y misioneros de Jesucristo. En otras palabras, es necesario que los laicos sean tenidos muy en cuenta con un espíritu de comunión y participación para que nuestras parroquias sean verdaderos espacios de protagonismo laical.

E. La Parroquia al Servicio del Reino de Dios en el mundo

“Ustedes son sal de la tierra y luz del mundo” (Mt 5,13-16)

Cuando observamos con honestidad la realidad actual de nuestros pueblos y comunidades se pone de manifiesto que hay una notable ausencia en el ámbito político, económico, de la comunicación y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos que con su personalidad y conscientes de su vocación de ser sal de la tierra y luz del mundo y siendo coherentes con sus convicciones éticas y religiosas influyan de manera significativa en las decisiones y derroteros de nuestra sociedad actual. (DA 502) No olvidemos que los discípulos y misioneros de Cristo deben iluminar con la luz del Evangelio todos los ámbitos de la vida social, y hemos de reconocer que, si muchas de las estructuras actuales generan pobreza, en parte se ha debido a la falta de fidelidad a sus compromisos evangélicos de muchos cristianos con especiales responsabilidades políticas, económicas y sociales y culturales. (Cfr. DA 501)

Son ustedes hermanas y hermanos laicos de nuestras parroquias, los que, conscientes de su llamada a la santidad en virtud de su vocación bautismal, tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios… (DA 505)

Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, con toda “la imaginación de la caridad”. No puede ser ajena a los grandes sufrimientos que vive la mayoría de nuestra gente y que, con mucha frecuencia, son pobrezas escondidas. Toda auténtica misión unifica la preocupación por la dimensión trascendente del ser humano y por todas sus necesidades concretas, para que todos alcancen la plenitud que Jesucristo ofrece. (DA 176)

 

  1. Parroquia de Alma Mater (Irapuato)
  2. Parroquia de Cristo Rey (Abasolo)
  3. Parroquia de la Asunción (Valle de Santiago)
  4. Parroquia de la Inmaculada Concepción (Cerro Gordo, Mpio. de Salamanca)
  5. Parroquia de la Natividad de María (Labor de Peralta, Mpio. de Abasolo)
  6. Parroquia de La Preciosa Sangre de Cristo (La Calera, Mpio. de Irapuato)
  7. Parroquia de la Purísima Concepción (Irapuato)
  8. Parroquia de la Sagrada Familia (Salamanca)
  9. Parroquia de la Santa Cruz y Santa Rita de Casia (Jaral del Progreso)
  10. Parroquia de María Auxiliadora (Irapuato)
  11. Parroquia de María Reina de la Paz (Salamanca)
  12. Parroquia de Nativitas (Salamanca)
  13. Parroquia de Ntra. Sra. de Guadalupe (La Joya de Calvillo, Mpio. de Abasolo)
  14. Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (Estación Pénjamo, Mpio. de Pénjamo)
  15. Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (La Ordeña, Mpio. de Salamanca)
  16. Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (Tacubaya, Mpio. de Pénjamo)
  17. Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (Valtierrilla, Mpio. de Salamanca)
  18. Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe del Puente (Irapuato)
  19. Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción (Guarapo, Mpio. de Valle de Santiago)
  20. Parroquia de Nuestra Señora de la Luz (Abasolo)
  21. Parroquia de Nuestra Señora de la Soledad (Irapuato)
  22. Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores (Irapuato)
  23. Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios (Pénjamo)
  24. Parroquia de Nuestra Señora del Refugio (Irapuato)
  25. Parroquia de Nuestra Señora del Socorro (Cárdenas, Mpio. de Salamanca)
  26. Parroquia de San Antonio Abad (Salamanca)
  27. Parroquia de San Antonio de Padua (Mpio. de Pueblo Nuevo)
  28. Parroquia de San Antonio de Padua (Salamanca)
  29. Parroquia de San Antonio de Padua (Salamanca)
  30. Parroquia de San Cayetano Confesor (Irapuato)
  31. Parroquia de San Felipe de Jesús (Irapuato)
  32. Parroquia de San Francisco de Asís (Cuerámaro)
  33. Parroquia de San Francisco de Asís (Pénjamo)
  34. Parroquia de San Francisco Xavier (Salamanca)
  35. Parroquia de San Guillermo (Mpio. de Valle de Santiago)
  36. Parroquia de San Isidro Labrador (Irapuato)
  37. Parroquia de San Isidro Labrador (Las Cuevas, Mpio. de Pénjamo)
  38. Parroquia de San Isidro Labrador (Las Jícamas, Mpio. de Valle de Santiago)
  39. Parroquia de San José (Mendoza Mpio. de Salamanca)
  40. Parroquia de San José (San José Parangueo, Mpio. de Valle de Santiago)
  41. Parroquia de San José Obrero (Peralta, Mpio. de Abasolo)
  42. Parroquia de San Juan Bautista (Huanímaro)
  43. Parroquia de San Juan Bautista (Irapuato)
  44. Parroquia de San Martín de Porres (Irapuato)
  45. Parroquia de San Martín de Porres (Salamanca)
  46. Parroquia de San Nicolás de Tolentino (Jaral del Progreso)
  47. Parroquia de San Pedro Apóstol (Irapuato)
  48. Parroquia de San Pedro Apóstol (Salamanca)
  49. Parroquia de San Roque (Irapuato)
  50. Parroquia de Santa Margarita María de Alacoque (Irapuato)
  51. Parroquia de Santa María de Guadalupe (Jaripitío, Mpio. de Irapuato)
  52. Parroquia de santa María Magdalena (La Magdalena, Mpio. de Valle de Santiago)
  53. Parroquia de Santa María Reyna (Irapuato)
  54. Parroquia de Santiago Apóstol (Valle de Santiago)
  55. Parroquia del Buen Pastor (Irapuato)
  56. Parroquia del Espíritu Santo (Irapuato)
  57. Parroquia del Hospital (Valle de Santiago)
  58. Parroquia del Sagrado Corazón (Salamanca)
  59. Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús (Irapuato)
  60. Parroquia del Santuario de Guadalupe (Valle de Santiago)
  61. Parroquia del Señor de Esquipulas (Arandas, Mpio. de Irapuato)
  62. Parroquia del Señor de la Clemencia (Irapuato)
  63. Parroquia del Señor de la Misericordia (Corralejo, Mpio. de Pénjamo)
  64. Parroquia del Señor de la Misericordia (Irapuato)
  65. Parroquia del Señor de la Piedad (Varal de Cabrera, Mpio. de Abasolo)
  66. Parroquia del Señor de las Buenas Obras (San Cristóbal, Mpio. de Irapuato)
  67. Parroquia del Señor de los Trabajos (Estación Joaquín, Mpio. de Abasolo)
  68. Parroquia del Señor del Carrizal (Carrizal Grande, Mpio. de Irapuato)
  69. Parroquia del Sr. Del Hospital y San Bartolomé Apóstol (Salamanca)
  70. Parroquia del Sr. Del Huerto y Ntra. Sra. de Guadalupe (Valtierra, Mpio. de Salamanca)